BRANDT, LOUIS

(1825-1875). Relojero nacido en La Brévine cuyo taller, inaugurado en 1848 en La Chaux-de-Fonds, es el germen de la actual Omega. Aunque no podemos desmerecer su labor, fueron sus hijos Louis-Paul (1854-1903) y César (1853-1903) los verdaderos impulsores de la marca. Ellos fueron los que en 1880 decidieron trasladar la firma a Biel (actual sede de la casa) y establecer allí su fábrica, que diez años más tarde sería ya la más importante de Suiza con 600 empleados trabajando en sus instalaciones y una producción de cerca de 100,000 unidades. Un éxito basado en la aplicación de los nuevos medios de producción en un sector todavía dominado por las antiguas técnicas artesanales. Las innovaciones se centraron en la estandarización de piezas y fabricación de los componentes en serie, que después se traducía en un menor precio final del reloj. También fueron los hijos del fundador quienes eligieron, según una propuesta de su banquero, Henri Rieckel, el nombre por la que es mundialmente conocida (hasta la fecha los relojes eran comercializados con el nombre del padre). Omega, la última letra del alfabeto griego, representaba “la última palabra en calidad”. Primero se aplicó (1894) a un calibre de cronometría de 19 líneas y diez años más tarde fue adoptado para el resto de sus creaciones. Omega también fue una firma pionera en el patrocinio de competiciones deportivas: su primera aparición la tuvo en 1909 al ser nombrada cronometradora oficial de la copa Gordon Bennett de globos aerostáticos.