ACEITE

Los aceites son esenciales en relojería para el buen funcionamiento del mecanismo. Hay aceites de origen animal, vegetal y mineral, pero actualmente son los aceites sintéticos, compuestos en laboratorios, los que logran mayor grado de estabilidad, resistencia al derrame, a la evaporación y a la oxidación, con lo cual mantienen un nivel constante de untuosidad y viscosidad, y retardan el denominado efecto de engomado. El exceso de aceite en un calibre es tan perjudicial como su carencia. Se dice que Abraham-Louis Breguet, uno de los mayores relojeros de todos los tiempos, manifestó: “Entréguenme un aceite perfecto y les daré un reloj perfecto”. En situaciones extremas de frío, como exploraciones en los polos o en el espacio, el principal problema es la congelación de los aceites, situación que era muy frecuente en la Edad Media con respecto a los mecanismos de torre, generalmente expuestos al aire. En esa época, cuando se compraba el reloj, casi siempre se contrataba también a su constructor, quien se encargaba del mecanismo y se le pagaba, en ocasiones, con una parte del aceite utilizado para lubricar. “Un reloj bien templado”, expresión que empleaban los antiguos, es un reloj bien aceitado, por lo tanto, más exacto. A principios del siglo XXI comenzó a utilizarse silicio, cerámicas y otros materiales composites. El objetivo era eliminar totalmente el uso de aceite en las partes móviles –la llamada cadena cinética– de un calibre.