(1928-2010). Al igual que Günter Blümlein, la persona que más hizo por salvar la relojería suiza a comienzos de los años ochenta del siglo pasado ni era relojero ni suizo. Hayek nació en Beirut (Líbano), ciudad en la que pasó su infancia hasta que la familia decidió trasladarse a Francia. Allí estudió ingeniería. A la edad de 21 años se mudó a Suiza, donde inicia su propio negocio de consultoría de empresas. Su buena fama le lleva en 1982 a recibir el encargo de la banca suiza de gestionar la liquidación de las dos grandes empresas suizas de la relojería (ASUAG y SSIH). En contra de la opinión de los bancos, Hayek cree que la industria relojera tiene futuro y compromete su propio capital creando una nueva empresa (SMH) con la fusión de las citadas. Dos son las vías elegidas por Hayek para lograr su cometido. Uno es devolver al sello Swiss Made el prestigio que tuvo en el pasado aportando al reloj suizo un renovado concepto de lujo. Por otra parte, creó un reloj de plástico lo suficientemente barato para desafiar a la competencia nipona (algo que logró reduciendo el número de componentes de la maquinaria), aunque con el atractivo de su fabricación en Suiza. Había nacido Swatch. Hayek tuvo la visión de conservar el 51% del capital de la nueva sociedad, lo que le otorgó el poder y acabó convirtiéndole en uno de los hombres más ricos de Suiza. SMH pasó a llamarse en 1998 Grupo Swatch, en cuyo paraguas se agruparon algunas de las más prestigiosas firmas relojeras de Suiza (Omega, Tissot, Longines o Breguet, entre otras) y las más importantes casas de productos afines. Fiel a su modo de vida, Nicolas Hayek falleció en su despacho de Biel mientras trabajaba.