HORAS CANÓNICAS

En la Iglesia católica, los momentos definidos por los cánones o reglas para las oraciones. Son las diversas partes del Oficio divino, escalonadas a lo largo del día. El monje italiano San Benito (480-547) fue el gran regulador del tiempo europeo, con su regla y establecimiento de seis horas canónicas. Es por la necesidad de regulación del tiempo religioso, en comunidad, que nace la matriz del tiempo en Occidente. Para los legos, surgieron entonces los Libros de horas. Y es por esa necesidad de regulación del tiempo en periodos más o menos exactos que, en último análisis, lleva al surgimiento de los llamados relojes de Sol con horas canónicas y, posteriormente, los primeros relojes mecánicos; un invento necesario para la vida de los religiosos, que comenzó por no tener carátula y servir solo para dar las horas, y que con su sonido “contagió” a las sociedades rurales alrededor de los monasterios y conventos, que, a determinada altura, en los burgos emergentes, pasó a tener un “rival” en el reloj del castillo o de la Cámara municipal, en un diálogo entre tiempo canónico y tiempo profano. Actualmente, las horas canónicas continúan teniendo pequeñas variaciones, según las comunidades religiosas, pero son: Laudes, como oración de la mañana; Tercia, tercera hora después de salir el Sol (las 9); Sexta (las 12), Nona (las 15), de las cuales, fuera del coro, se puede optar por una única “hora intermedia” (la más adecuada a la hora del día); Vísperas, (las 18) al anochecer (considerada “hora principal”, junto con Laudes); Completas (las 21), al acostarse, y Oficio de Lectura, con el valor de tiempo de oración meditativa durante la noche, aunque se puede celebrar a cualquier hora.