La más conocida de las certificaciones es el Sello o Punzón de Ginebra (Poinçon de Genève), creada por el Cantón de Ginebra en 1886 con el objetivo de validar el origen y calidad de acabado de los relojes fabricados en la región. El Sello de Ginebra se ha centrado en el acabado y decoración de los movimientos. La superación del control era reconocida con el estampado del escudo el Cantón de Ginebra en uno de los puentes del movimiento. A la obtención del Sello de Ginebra únicamente podían optar mecanismos fabricados dentro del Cantón, una medida que acabó siendo crítica para que algunos socios históricos acabaran rechazándola y optando por alternativas. Otro de los aspectos más criticados del Sello de Ginebra fue su desfase respecto a los nuevos requerimientos del mercado. Tal como fue concebido, el Sello de Ginebra se limitaba a medir aspectos técnicos y decorativos al entender sus encargados que estos elementos eran los responsables del funcionamiento perfecto del reloj, sin considerar la necesidad de comprobar más tarde si ese buen funcionamiento era finalmente real o no. Por esta razón, el Cantón de Ginebra decidió en 2011 actualizar la normativa del Sello de Ginebra añadiendo parámetros de funcionamiento (precisión, hermeticidad, uso de las funciones) y ampliando el control a la totalidad del reloj, y no solo a su movimiento.