Abraham-Louis Perrelet lo inventó en 1770 aplicando una masa oscilante, o rotor, al calibre de un reloj de bolsillo. Al rodar sobre un eje, esta masa iba alimentando la cuerda. Como el reloj de bolsillo se mueve relativamente poco, el invento recién demostró su utilidad práctica cuando se lo aplicó a los relojes pulsera, que se mueven mucho más. Teóricamente, un reloj automático no se detendrá mientras se esté utilizando, pues tiene autonomía suficiente para estar fuera de la muñeca generalmente hasta 72 horas. Por otro lado, hay cajas especiales, movidas en forma mecánica o a electricidad, que garantizan la alimentación de la cuerda de un reloj automático al simular los movimientos de la muñeca.